Libertad Glacial


El Premio Nobel de LiteraturaFrançois Mauriac publicó en 1927Thérèse Desqueyroux, la historia de una joven inteligente y adelantada a su época que vive un infeliz matrimonio concertado, lo que le llevará a tomar una drástica decisión. A este personaje Mauriac le dedicaría sucesivos trabajos posteriores, y en 1962, George Franju llevó a cabo la primera versión cinematográfica de la novela. Interpretada tanto como un remake de la película de Franju como una nueva adaptación de la novela, se presentó el año pasado en Cannes la obra póstuma del director Claude Miller (falleció el mes anterior a la celebración del festival), que ahora llega a los cines, Thérèse D.



Miller, que empezó trabajando en el ámbito de la nouvelle vague, en su última película realiza un trabajo de aspecto muy realista, cercano al estilo de Bruno Dumont, aunque sin ser tan crudo y tan radical como éste, pero sí de una sobriedad absoluta, sin más florituras de las necesarias (por no tener, apenas tiene música, sólo dos temas de piano que se repiten), pero el conjunto queda lastrado por su origen literario. Las reflexiones interiores de la protagonista, muchas veces transformadas en cartas (reales o no), no terminan de resultar fluidas en el devenir de la historia, y quizás se hubiese agradecido algo más de introspección en la propia actitud e interpretación de los personajes, y no sólo en palabras que recitan como si no fueran con ellos. Por el contrario, precisamente los recursos más cinematográficos que utilizaba Mauriac en la novela, como podía ser el flashback, en la película se obvian (la historia está narrada de manera lineal). Claude Miller se muestra además algo reiterativo en su uso de elementos como el fundido en negro para hacer pequeñas elipsis temporales, algunas de apenas un rato.



No es fácil tampoco entrar en una película en la que el personaje protagonista, que lleva todo el peso de la historia, resulta tan inaccesible y antipático como el Thérèse, interpretado por una desmejorada Audrey Tautou, delgadísima, pálida y con ojeras, con permanente cara de hastío, (papel que en su día hizo en la película de Franju, con mayor fortuna, Emmanuelle Riva), que parece que hace lo posible para que, como ella, mantengamos cierta distancia todo el tiempo. De este modo, la película se convierte en un gélido ejercicio de cine de época que no provoca el más mínimo sentimiento, aunque, mientras que su primera parte es una presentación de personajes que realmente, pese a estar demasiado alargada, no acaba de situarnos (es de suponer que Thérèse y el amante portugués de su cuñada entablan algún tipo de relación de “amistad”, pero tiene un nulo desarrollo), en su segunda parte remonta considerablemente, e incluso ese tono de frialdad es adecuado para la trama de crimen, castigo y culpa. Aún así, cuesta creerse la actitud de una joven de 19-20 años en una aséptica Tautou que se lleva más de 15 años con el personaje, y más aún si se la compara con su compañera de reparto, Anaïs Demoustier, que aunque también es algo mayor que su personaje, resulta más adecuada para el mismo. Al lado de la protagonista, Gilles Lellouche (a quien hemos visto en roles menos serios en Pequeñas mentiras sin importancia, o sobre todo, en Los infieles), es el que más matices consigue dar a su personaje.



Thérèse D es un trabajo impecable en su ambientación, pero en el que es muy complicado interpretar las motivaciones de la protagonista, e incluso cuando se intuyen, no acaban de estar expuestas de manera suficientemente convincente como para dejarnos llevar por algún tipo de emoción. Por tanto, es una película que resulta árida y complicada en su primera parte, y más interesante cuando se mete de lleno en la historia que desde un principio quería contar, pero para entonces, uno ya está completamente al margen de lo que pueda suceder.



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