Agujas | Entrevistamos al equipo de 'La Herida'


El estado de dolor, desesperanza y profunda melancolía, en el que todos nos vemos obligados a sumergirnos varias veces en la vida, adquiere su propia razón de ser por el inevitable hecho de que el tiempo lo hace desaparecer. Afortunadamente, la naturaleza del ser humano permite ver esto como lo que es: algo pasajero. ¿No es cierto que en esos momentos repetimos sistemáticamente la frase “el tiempo todo lo cura” como una especie de medicina que nos permite ver algo de luz en el futuro?

Pero ahora imaginemos que este estado se convierte en algo permanente, que ante nuestros ojos se extiende un océano de oscuridad y que nuestras acciones no se corresponden con nuestras intenciones. Y lo más terrible y descorazonador de todo: no sabemos lo que nos ocurre.



El conjunto de estos desoladores sentimientos sirve como premisa de La Herida, ópera prima de Fernando Franco, experimentado montador y realizador de interesantísimos cortometrajes en los que la inestabilidad humana siempre ha tenido especial fuerza.

El film narra la historia de Ana, una mujer de 28 años que padece un severo trastorno de personalidad, pero cuyo desconocimiento de ello prolonga su sufrimiento y le lleva a cuestionarse todas y cada una de sus acciones. Durante los cien minutos de metraje, el espectador actúa como un mudo testigo del sobrecogedor esfuerzo que realiza Ana para sobreponerse a todas las dificultades y del profundo dolor (tanto físico como mental) que le está provocando su enfermedad.



Lo más impactante de La Herida, además de la dureza del tema en sí, es la capacidad de Franco para transmitir al público la molestia, desconcierto y sufrimiento de la propia enfermedad. El director consigue “transportar” la enfermedad directamente del cerebro de Ana al del espectador, clavándose en su mente como una aguja, resultando incisiva y dolorosa y dejando claro cuán delgada es la línea entre la cordura y la locura.

Para lograr todo esto, es esencial la presencia de Marian Álvarez, pieza clave de este rompecabezas, el elemento principal para entender la esencia de la película. Álvarez brilla como nunca en su papel, dotando a su personaje de una riqueza interpretativa que a mi parecer ninguna otra actriz habría podido proporcionar. La cámara la “persigue” durante toda la película, actuando casi como si fuera su propia enfermedad, incapaz de dejarla respirar durante un momento, resultando asfixiante a través del continuo uso de primerísimos planos. Es tal la implicación de la actriz, que se transforma completamente en Ana, sin dejar el mínimo rastro de su propia personalidad y trasladándose a un cuerpo herido y prácticamente consumido por el dolor.



La Herida es una película impactante como pocas. Perturbadora en su conjunto y desoladora al concluir, el festín de emociones está servido. El bizarro carácter de todos los personajes permite que empaticemos aún más con la figura de Ana y nos topemos con la sensación de que nadie nos comprende, de que estamos solos con nuestra desgracia.

No busquéis divertimento ni esperanza en La Herida, ya que en su tremenda dureza reside su fuerza y capacidad de fascinación. Pocas veces existe una implicación tan directa y visceral entre el espectador y los personajes que pueblan la pantalla. Y es precisamente por eso que La Herida es un auténtico logro para el cine español.



Señor Montoro, saldrá usted escaldado del cine y seguramente lamentando todas y cada una de las palabras que pronunció.

Tuvimos la oportunidad de hablar con Marian Álvarez y con Fernando Franco durante el paso del largometraje por el Festival de San Sebastián, donde la película se proclamo como una de las grandes triunfadoras obteniendo el Premio Especial del Jurado y la Concha de Plata a la Mejor Actriz, y ésto fue lo que nos contaron:

Marian, a lo largo de la película hemos podido ver escenas que denotan una gran dificultad en términos interpretativos. ¿Qué ha sido lo más duro para ti a la hora de interpretar a Ana?

Lo más duro de Ana para mí, en primer lugar, era intentar retratar el enorme dolor que sufre continuamente, esa herida tan profunda que da nombre a la película. Las heridas físicas son más obvias pero la herida tan grande que tiene en su interior fue lo más difícil, y en especial el tremendo hándicap que sufre: Ana padece un trastorno que no sabe que tiene. Creo que lo más complicado de retratar en el personaje fue este andar por la cuerda floja, en una especie de limbo, sin saber qué le pasa a uno y con la sensación de estar perdido en la vida. El hecho de estar en el no-saber crea infinitas dudas y mucha frustración, y eso es lo que más duele. Cuando uno tiene una información, de alguna manera tu cabeza se coloca en un lado, pero al no saber qué te ocurre, este posicionamiento es imposible.

Retratar este no-saber, es difícil tanto para el personaje como para mí como actriz. Nunca sabes de qué lado de esa cuerda floja caerás.

Fernando, ¿qué ha supuesto tanto para ti como para el equipo de “La Herida” que esta sea la primera ópera prima española en cinco años que está en la Sección Oficial del festival? ¿Qué consecuencias crees que traerá?

A las dos horas de llamarnos para decírnoslo, estábamos todos en un bar en Lavapiés celebrándolo por todo lo alto (risas). Con esto quiero decir que el equipo se ha involucrado tanto en la realización como en la celebración de todo lo que nos está pasando. Por lo tanto para nosotros fue increíble. Digamos que, si tu película pasa por San Sebastián, el camino natural habría sido el de Nuevos Directores, por lo que cuando nos llamaron para decirnos que competía en la Sección Oficial, lo recibimos muy orgullosos como un premio.

Al hacer una película existe una incertidumbre muy grande, porque no sabes si se va a estrenar o no, y si es así en cuantas salas o si finalmente acabará en Filmin. Tú te encuentras allí completamente “vendido”, haciendo algo en lo que crees pero no sabes realmente cómo se va a canalizar eso. Y de repente te dicen “Donosti, Sección Oficial” y sabes que es el escaparate perfecto, que la gente la ve, se va a estrenar y va a tener su distribución comercial. Básicamente uno hace una película para que la gente la vea. No te digo con esto que esté hecha para que le guste a todo el mundo, pero sí para verla, para que se pueda distribuir y estrenar. Por lo tanto la Sección Oficial de Donosti es el mejor arranque que podría haber tenido la película.

Siendo una figura tan importante en el montaje del cine español, ¿cuál ha sido tu grado de involucración en la edición de la película?

El hemisferio izquierdo para montar, el derecho para dirigir. Si me siento a montar una película jamás le cuestiono al director su forma de dirigir una escena ni le digo “yo esto lo habría hecho de tal forma”. En esos casos me pongo el uniforme de montador y al trabajo. Y cuando soy director, al contrario.

Por tanto a la hora de dirigir, yo tenía en la cabeza mi forma de montar determinadas escenas y más tarde descubrí en la sala de montaje que Pinillos (el montador de la película y director de uno de los films que Franco ha montado: Bon Appetit) las había juntado de una forma distinta y más efectiva. Siempre es necesaria la otra persona para que puedas adquirir perspectiva, y en el caso de La Herida mi involucración en el montaje fue mínima.




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