Una carta de amor desesperada

Llega a nuestros cines la gran triunfadora del pasado Festival de Málaga de cine español. 10.000 km , una exploración de las relaciones a distancia con tan solo dos actores: David Verdaguer y Natalia Tena. ¿Estamos ante la nueva Stockholm?

Una pareja. Una decisión. Una vida. 10.000 km nos pone en la encrucijada vital de Alex y Sergio. ¿Podemos amar en la distancia? ¿Es inocuo el tiempo? La multipremiada cinta en el pasado Festival de Málaga nos enrola en una viaje íntimo y apasionado sobre las relaciones a distancia.

Dos espacios. Dos personas. Dos continentes. A pesar de la enormidad de la distancia, el espacio se vuelve claustrofóbico. La película se encuentra construida en su gran mayoría a partir de conversaciones que se producen a través de aplicaciones de mensajería instantánea y webcams, que en lugar de enclaustrar a la obra le aportan dinamismo, y nos regala un poderoso retrato de la sociedad actual. ¿Paso previo a la (no tan) futurista Her?



Es curioso como esta sensación se contrapone a la que experimenta el espectador, que se ve encerrado entre las cuatro paredes de los pisos de los protagonistas, casi únicos escenarios en los que se mueve la película, y, sobre todo, entre las cuatro paredes que supone su intimidad. Es este el mayor acierto de la película: cuando el pudor se apodera del espectador al tener la sensación de estar presenciando momentos tan secretos, tan privados que no debería estar observando. Y no, no hablamos de las escenas de sexo, que se crean por la fuerza y la magia del día a día.



Es Natalia Tena la gran triunfadora en esta película. Fuerte, versátil, frágil cuando debe… En parte, gracias a un guión que le otorga a ella el arco de mayor peso, pero sobre todo gracias a la naturalidad que desprende en su interpretación desde el primer minuto. Es ella quien mantiene a flote las escenas de mayor dramatismo. Hay una mirada – en una escena que no desvelaremos – que se quedará grabada en la mente de todos los espectadores, por dolorosa, por todo lo que esconde, porque refleja y es en sí misma la esencia de todo lo que la película nos quiere transmitir. Aún así, no debemos desdeñar tampoco el trabajo de David Verdaguer, que si bien tarda en más en acomodarse a las necesidades de su personaje finalmente consigue elevar el tono de su interpretación.



Es destacable también una labor de dirección que explota las posibilidades de las nuevas formas de comunicación, de forma natural, que sin embargo falla a la hora de impregnar a la película de la intensidad emocional necesaria en ciertos momentos. Además, no podemos dejar de tener la sensación de que la obra se encuentra innecesariamente alargada. Fallo que puede ser también atribuible a un guión que, si bien es perfectamente natural y creíble, falla a la hora de conseguir la verdadera emoción que llega a bocados y nunca acaba de explotar.



Sin duda, una obra que merece un visionado, un visionado que resultará desgarrador para algunos, indiferente para otros, para una película en la que se pueden apreciar muchas virtudes se encuentre el espectador en un punto u otro. Especialmente la valentía de enfrentarse a la realidad sin edulcorarla, con un final que deja al espectador roto y con algunas escenas que perduran en la memoria.

10.000 km consigue la risa sin acudir al chiste, consigue la emoción sin acudir a la lágrima, y consigue el miedo sin acudir al terror.

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